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sábado, 5 de julio de 2008

Y pues al haber tenido dos puertas esta y tu casa, causa fue de los engaños que a mí y Lisardo nos pasan...

"Si una casa con dos puertas mala es de guardar, repara que peor de guardar será, con dos puertas una sala", dice Laura, la dueña de una de las dos casas que aparecen en esta obra.
Dos puertas, dos casas, dos parejas y sus respectivos malos - a priori difíciles - entendidos. Siempre son dos, decía una amiga.
Se trata de una obra de Pedro Calderón de la Barca: Casa con dos puertas, mala es de guardar. Es una comedia del siglo de Oro español, que ha sido llevada al teatro en varias ocasiones y en este caso fue adaptada por la joven directora Elena Zuasti quien tiene a su cargo a un elenco también muy joven y sumamente capaz para hacer de esta trama una historia llevadera si tenemos en cuenta que el texto es todo en verso y cuando empieza la obra más de uno duda acerca de si podrá entender lo que viene. Afortunadamente y por mérito de los artistas, puedo decir que si.

El detonador es la puerta, que aunque parezca una pavada al principio, gradualmente va tomando relevancia y se convierte en el principal elemento que separa el placer, de la realidad; y el engaño, de la posibilidad de ser descubiertos.
A unos personajes les conviene utilizarla de tal manera y en determinado momento de la acción. A otros de otra y en otro determinado momento, ajustándose su uso a la propia conveniencia.
La puerta es la que posibilita todo enredo, pero también toda palabra hermosa desde el corazón que sale ante semejante confusión como la que se da en las relaciones de Laura y Felix, y la de su hermana, Marcela con Lisardo.
A su vez, no puede faltar el condimento de la enorme amistad que hay entre Felix y Lisardo, y la que comparten Marcela con Laura. Sumémosle que cada uno tiene un críado cómplice derrocha gracia y como si fuera poco, el padre de Laura representa una total autoridad moral tentable a vigilar, quebrantar y cambiar, disimular, engañar y varias acciones terminadas en ar.
De modo que aquí los espacios son muy importantes, generarlos - teniendo en cuenta la pequeña dimensión de la sala y el escenario - es un desafío. Si bien la puerta es casi invisible y ha sido una crítica en otras reseñas, que argumentan que ya tiene uno que hacer el esfuerzo de seguir la obra y sus diálogos, como para también tener que imaginar varias cosas y ubicarlas en el espacio, creo personalmente que está bueno hacerlo, porque es posible y además el exceso de escenografía podría resultar demasiado cargado para el espectador. Evidentemente se ha elegido priorizar a los personajes y sus intervenciones, lo que no significa que el resto que hace a una obra haya quedado relegado ni mucho menos. El vestuario es muy original, sobre todo los vestidos de las damas, y muy colorido junto con el de los otros actores. La ilumnación es muy correcta también.

Realmente me gustó la propuesta, no sentí en ningún momento que la situación estaba a años luz, todo lo contrario, hasta diría a riesgo de sonar mal llamado "anticuado", que esa actitud de época hacia el amor, no era ni mejor ni peor al día de hoy, pero si diferente y especial y no me gustaría que se pierda o que caiga en la mediocridad del chiste fácil de hacer el verso. El verso como lo entendemos hoy, es una falta de respeto al verdadero verso. No digo que nunca haya usado el disfemismo versear, pero, quizás me lo esté replanteando, porque el verso entendido como el que pregonaba Calderón, es mucho más lindo de lo que nos podemos acordar e imaginar.

Se exhibe en La Alianza (Paraguay 1217) los viernes y sábados a las 21.00 hs y los domingos a las 19.30 hs.

1 comentario:

el winco verbal dijo...

lindo comentario de la obra.